NOTICIAS HISTÓRICAS DE LA CAZA EN VILLAFÁFILA

 

 

La actividad de la caza ha estado ligada al ser humano desde el principio de su existencia.

 

            La caza fue para los primeros pobladores de esta comarca un recurso fundamental para su subsistencia, pero tenemos pocos indicios de esta actividad. En algunos yacimientos de la Edad del Cobre (hace 4000 años) aparecen restos de huesos de pequeños animales que pueden corresponder a conejos, liebres y aves que, junto con la recogida de huevos de los alrededores de las lagunas, constituirían una parte importante de la dieta de estas gentes. Asimismo, en algunos asentamientos de la primera Edad del Hierro, datados en torno al 600 a. de C., se han encontrado restos de colmillos de jabalí y de asta de ciervo, que nos indican que, en los albores de la romanización de la comarca, el ecosistema del bosque mediterráneo estaría más extendido, ocupando espacios ahora dedicados al cultivo, o que sus pobladores acudirían a los cercanos montes a cazar estas especies de más envergadura. También nos han llegado algunos de los utensilios empleados para la práctica de la misma, como son puntas de flecha de piedra tallada encontradas en El Fonsario o en el Teso del Marqués y una punta de lanza o de jabalina de bronce.

 

            Con la llegada de los romanos y el cambio de las actividades económicas que supuso, la caza dejó de ser un recurso fundamental con el que complementar la dieta, para pasar a ser una ocupación lúdica. Los dueños de las villas solían dedicar parte del tiempo de ocio a la práctica de la caza y entre sus gustos estaba el decorar las estancias de sus villas con mosaicos y pinturas con motivos cinegéticos. Además de esto, a veces, adquirían utensilios de vajilla adornados con temas de caza, como es el caso de un fragmento de cerámica sigillata, hallado en la Fuente de S. Pedro en el que se ve claramente una escena de caza de una liebre por parte de dos galgos, que nos indica las aficiones del dominus villae y la antigüedad de la práctica de este deporte en las llanuras de la Tierra de Campos.

 

            La caza de la liebre con galgos es una actividad que no solamente han practicado los señores en estas tierras, pues desde la Edad Media tenemos constancia documental de que también era realizada por los vecinos de Villafáfila.

 

            En 1418 en una queja que hacen los vecinos y el concejo al Maestre de la Orden de Santiago, a quien pertenecía la villa, de las diferencias que mantenían con el conde de Benavente y los vecinos de las aldeas de éste, se dice:

 

“E otro sy an hecho e hacen a los dichos nuestros vasallos otras muchas fuerzas e males e daños e synrrazones e especialmente dizen que agora pocos dias a que binyeron ciertos escuderos del dicho conde a la dicha villa de Villafáfila e que les fue fecha toda honrra e agasajo e quando se tornaron para la dicha Benavente que fallaron ciertos vasallos nuestros que andaban a caça e lebantaron una liebre en thermino de la dicha nuestra villa e que corrieron hacia el thermino de la dicha Benabente e que fueron en seguimyento della por su thermino de la dicha Benabente e por quanto los fallaron alla e los prendieron sus cuerpos e thomaron sus galgos e los lebaron a la dicha Benabente e que los tubieron e tienen alla presos”.

 

Galgo con una liebre cazada

 

En el año 1490 se conoce una manda testamentaria de uno de los vecinos de Villafáfila, que tenía una de las mayores cabañas de ganado lanar de:

 

“çinquenta reales a Losylla, cazador, de conposyçion que el dicho Collantes fizo con ellos antes que muriese”.

 

De aquí conocemos que algunos se dedicaban a la caza como actividad lucrativa, y es posible que sus servicios fueran gratificados por los ganaderos para que mataran las alimañas que podían hacer daño a los ganados.

 

La caza de liebres y perdices era la más practicada, y a veces, se utilizaban medios furtivos que obligaban a intervenir a la justicia. En 1531 el alcalde mayor mandó a un vecino de Villafáfila:

 

“que tenia una casa en una viña en los términos deesta villa, que zerrase una tronera de la dicha casa porque en tienpo de nyeves y fortunas con un armadixo que alli tenya mataba muchas liebres y perdizes”.

 

La sentencia fue recurrida ante alcalde del adelantamiento de León que confirmó la sentencia.

 

            El control de la caza fue uno de los motivos de discordia entre el concejo y vecinos de Villafáfila y su tierra (Revellinos y San Agustín) con Don Bernaldino Pimentel, marqués de Távara, que compró la villa al rey Carlos I en 1541. Uno de los primeros mandamientos del nuevo corregidor cuando tomó posesión de la villa fue prohibir la caza a sus vecinos:

 

“En la villa de Villafáfila a catorze dias del mes de henero Año de 1542  el muy noble señor liçençiado Garcia de Marron, corregidor della, hizo pregonar publicamente en la plaça publica de la dicha villa, que nynguna persona vezino de la dicha villa e su tierra y juresdiçion sea osado de caçar en los termynos de la dicha villa con galgos y podencos ny de rredes ny de huron y perros chuniegos en tienpo de nyeves ni en otros tienpos vedados por leyes e prematicas destos reynos e señorios, so pena de seisçientos mrs para la camara de su magts y los dichos perros y huron y armandijas perdidas”.

 

            Fueron tantos los agravios que les hacía el nuevo señor que en 1543 le pusieron un pleito en la Real Chancillería de Valladolid, una de cuyas demandas era:

 

“Ansymismo siendo la caça comun a todos los vezinos y quando se dexava de caçar hera daño de los panes e las viñas e el dicho marques se avia puesto en mandarla vedar e poner pena que ninguno caçase”.

 

            Los testigos puestos por el concejo aducían la costumbre de tiempo inmemorial de cazar en los términos de la villa y tierra libremente:

 

“en todo el dicho tienpo los vezinos e moradores de la dicha villa, todos quantos querian e an querido, caçaban e an caçado en la dicha villa e sus therminos todas las bezes que querian liebres e perdizes e otras abes que se crian en los dichos therminos, con galgos como con ballestas e redes e açores e podencos libremente e sin pena ny contradiçion alguna, e nunca a visto ni oido dezir que los señores que an seydo de la dicha villa ayan vedado la dicha caça fasta que Don Bernaldino conpro la dicha villa fara dos años"  “ e aun este testigo en tienpo de nyeves fue muchas vezes a caça de liebres con ballesta e vio a otros muchos vezinos yr a la dicha caça con podencos e mastines”.

 

Galgeros y escopeteros juntos

 

Las especies que cazaban eran principalmente liebres y perdices, pero se citan otras aves acuáticas:

 

“iban a caçar gansos brabos e grullas e çarapitos en las lagunas de dicho termino...e gallarones e labancos e otras aves brabas ...”.

 

La sentencia dada por el alto tribunal fue en este punto favorable a las demandas del concejo:

 

Otrossi en quanto a que el dicho concejo se quexa de que el dicho marques les vieda la caça debemos mandar e mandamos que el dicho concejo e vezinos del puedan caçar sin que el dicho marques les ponga ynpedimento alguno e guarden las leyes e prematicas que sobre ello disponen”.

 

La práctica de la caza no siempre estaba exenta de riesgos y así, a veces, en la documentación antigua aparecen casos de accidentes como el que ocurrió el 27 de Junio de 1686 entre dos vecinos de San Agustín cuando:

 

“Damián Fernández, familiar del Santo Oficio de la Inquisición, iba corriendo una liebre con el caballo y estaba Juan de Villarreal de pie en una tierra, y lo atropello y le dio un golpe con el caballo, a resultas del cual murió a los veinte días”.

 

O cuando en 1758, Manuel Fdez-Velasco resultó muerto por un escopetazo de Fabián del Río ambos mozos y vecinos de Villafáfila que se hallaban en la Dehesa de Quintos.

 

Aunque mayor riesgo para la salvación era contravenir el mandato que el obispo de Astorga hizo en su visita pastoral de 1747:

 

“que nadie dispare con escopetas a las aves que se posan en el tejado de la torre de Santa María bajo pena de excomunión”[1].

 

           También algunas veces los poderes públicos fomentaban la caza de especies que creían dañinas para exterminarlas y de ello tenemos noticia en las cuentas que da Cosme de Vitacarros, mayordomo de propios del Ayuntamiento de Villafáfila del año 1817, en las que figura la siguiente partida:

 

“la propina a Diego del Campo por la caza de alimañas (dos zorros), veintidós reales”.

 


Autor - Texto:

Elías Rodríguez Rodríguez.

http://villafafila.net/caza/cazahistoria.htm

 

Fotografía:

José Luis Domínguez Martínez.

 

Transcripción y montaje:

José Luis Domínguez Martínez.

 

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[1] Lib. Fáb. Santa María del Moral. 1693-1751, fol. 171